HASTA PRONTO...

La multitudinaria y emotiva despedida a Guillermo Barros Schelotto

Es el paso oficial a la eternidad en la memoria de los hinchas de Boca. Lo goza el muchacho de físico pequeño que supo construir un amor inmenso dibujando múltiples producciones especiales junto a la pelota. Guillermo Barros Schelotto sube la escalera de ese túnel que recorrió durante 10 años. Se viene la despedida de sus fieles. Ya son las cuatro de la tarde. Jugarán en un ratito Boca-Racing, pero ahora el domingo le pertenece al Mellizo. Todos lo esperan.Uno, dos, tres, cuatro... Ya no hay más peldaños por pisar. Su figura es descubierta por la multitud y surge el grito sin apellido: "Guillermo, Guillermo".Vestido con jeans y campera azul, humilde como siempre, el más campeón en la historia de Boca, el 7 que capturó 15 vueltas olímpicas, marcha hacia el círculo central. "Ooooooohhhhhhhh, Guille va a volver; va a volver, va a volver, Guille va a volver", lo adoran desde las populares y desde las plateas.Mira con ojos brillantes. Los labios los tiene muy apretados. Gira. Levanta el brazo derecho y saluda hacia los cuatro costados. Es un rostro emocionado. Pero no habrá lágrimas. Y no sorprende. Ya lo dijo muchas veces Guillermo: "Las cosas me suceden adentro. No soy de demostrar."¡Cuántas imágenes deben cruzarse en este instante por la cabeza a Barros Schelotto! ¿Pensará en aquel golazo a Talleres, del 98, eludiendo futbolistas como si fuesen conos? ¿Recordará los dos goles a River en aquel Superclásico que era 0-2 y él transformó en 2-2? ¿O habrá estacionado en la Libertadores 2004 y en aquel Monumental lleno de hinchas de River silenciosos y con muchos adversarios descontrolados por su picardía típica de potrero? ¿No rebobinará aquel ingreso en los minutos finales, también contra River, en la época de Basile, generando una expulsión y un penal, una tarde en la que concluyó en andas, venerado por su gente?El Fenómeno Barros Schelotto no necesita ningún tipo de ratificaciones. Pero el hombre en cuestión sí merece cerrar su etapa como futbolista de Boca con un momento tan cálido y dulce como exclusivo.Hay banderas por aquí y por allá agradeciéndole al señor que continuará su carrera en el Columbus Crew de Estados Unidos. Hay un trapo que contiene una leyenda que simboliza lo que representa Guillermo para los hinchas de Boca: "Inventé frases para despedirte, pero todas son ínfimas para un ídolo como vos". Hay una plaqueta y un Rolex que los dirigentes del club le entregan como reconocimiento. Hay fotos con la familia: con Máximo y Nicolás, sus dos hijos; con su esposa, Matilde, embarazada del tercer heredero; con papá Hugo y mamá Cristina; con sus hermanos Gustavo, Pablo y Carolina.Vuelve al círculo central, le acercan un micrófono y se dispone a hablar, como Maradona en noviembre de 2001. ¿Qué dirá? El sistema de audio no permite detectar sus primeras palabras, pero las que cierran el breve monólogo son para coleccionar: "Por más que me vaya, sé que no me van a olvidar y yo tampoco olvidaré a ustedes". Se trata de una frase redondeada con una acción que desata la devoción total. Es que abre el cierre de su campera, se la saca y... luce la 7 de Boca..El ídolo de los 300 partidos y de los 87 goles, entonces, se dirige al arco de Casa Amarilla y empieza una vuelta olímpica saludando. Lo aplauden. Le cantan. Lo adoran. Hasta algunos de Racing lo reconocen con sus palmas. Termina y espera que sus compañeros salgan a la cancha. Los abraza uno por uno. Hay inclusive un abrazo de ocasión con Miguel Russo. Y por el túnel se va...Había dicho Guillermo antes de las emociones, en la antesala del vestuario: "Es la última vez que recorro este pasillo, pero por este año. Algún día voy a volver." Lógico. Un señor ídolo jamás dice adiós sino hasta pronto...

Diario Clarin